domingo, 24 de febrero de 2013

El sentir de la danza



Hoy, al estar tan ensimismada con las múltiples tareas de la facultad, realmente no tengo una gran idea sobre la cuál escribir, así que al haber descrito ya con anterioridad sobre una de las cosas que más me gustan hacer, que es leer, escribiré de otra que es bailar. Al tener una hermana amante del baile y otra que era parte de un grupo de danza regional y prehispánica en la preparatoria, me fueron introduciendo al mundo de la música desde pequeña, bastaba con que introdujeran algún cd en el reproductor de música para que mis pequeños pies comenzaran a moverse, como podían, al ritmo de la melodía, el estilo de música no importaba, podía ser cualquier tipo, yo me encargaba de improvisar la coreografía.


      Conforme fueron pasando los años, el estilo libre fue cambiando por pasos exclusivos de cada canción. Pero realmente nunca practiqué el baile de una forma más seria, hasta después de la fiesta de décimo quinto aniversario; fue durante los ensayos que pude vislumbrar una nueva forma de bailar: un poco más profesional, con porte, con gracia y con coreografías maravillosamente estructuradas. Después de eso, comencé a adentrarme más y más en ese mundo, fui parte de varios grupos de baile, tomé cursos de múltiples estilos, participé en concursos, incluso estudié durante un tiempo en una escuela profesional, llegué a pensar que eso era realmente lo que quería hacer en mi vida y además, era buena haciéndolo ¿Qué más podría desear?


      Pero estando en esa escuela, uno puede darse cuenta en poco tiempo que para ser un gran bailarín, hace falta más que ser bueno y desearlo, se necesita compromiso, entrega, pasión, tiempo, entre otras muchas cosas. Si bien tenía algunas de ellas, carecía de otras, en especial del tiempo; así que, tuve que escoger entre seguir estudiando una carrera universitaria o arriesgarme en una carrera en la que no muchos triunfan.


      A pesar de que mi decisión fue no seguir bailando de forma más, digamos profesional, extraño demasiado los escenarios, el sentimiento de estar en medio de uno y olvidarse de la gente mientras se está realizando cualquier coreografía, hecho de menos las horas de ensayo en las que terminaba totalmente exhausta pero con una sensación gratificante, sentir la vibración de la música cuando estaba a todo volumen y sobre todo, el aplauso de la gente, la mayor de las recompensas.

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