Hoy, al estar tan ensimismada con las múltiples tareas de
la facultad, realmente no tengo una gran idea sobre la cuál escribir, así que
al haber descrito ya con anterioridad sobre una de las cosas que más me gustan
hacer, que es leer, escribiré de otra que es bailar. Al tener una hermana
amante del baile y otra que era parte de un grupo de danza regional y prehispánica
en la preparatoria, me fueron introduciendo al mundo de la música desde pequeña,
bastaba con que introdujeran algún cd en el reproductor de música para que mis
pequeños pies comenzaran a moverse, como podían, al ritmo de la melodía, el
estilo de música no importaba, podía ser cualquier tipo, yo me encargaba de
improvisar la coreografía.
Conforme fueron pasando los años, el estilo libre fue
cambiando por pasos exclusivos de cada canción. Pero realmente nunca practiqué
el baile de una forma más seria, hasta después de la fiesta de décimo quinto
aniversario; fue durante los ensayos que pude vislumbrar una nueva forma de
bailar: un poco más profesional, con porte, con gracia y con coreografías
maravillosamente estructuradas. Después de eso, comencé a adentrarme más y más
en ese mundo, fui parte de varios grupos de baile, tomé cursos de múltiples
estilos, participé en concursos, incluso estudié durante un tiempo en una
escuela profesional, llegué a pensar que eso era realmente lo que quería hacer
en mi vida y además, era buena haciéndolo ¿Qué más podría desear?
Pero estando en esa escuela, uno puede darse cuenta en
poco tiempo que para ser un gran bailarín, hace falta más que ser bueno y
desearlo, se necesita compromiso, entrega, pasión, tiempo, entre otras muchas
cosas. Si bien tenía algunas de ellas, carecía de otras, en especial del
tiempo; así que, tuve que escoger entre seguir estudiando una carrera
universitaria o arriesgarme en una carrera en la que no muchos triunfan.
A pesar de que mi decisión fue no seguir bailando de
forma más, digamos profesional, extraño demasiado los escenarios, el
sentimiento de estar en medio de uno y olvidarse de la gente mientras se está realizando
cualquier coreografía, hecho de menos las horas de ensayo en las que terminaba totalmente
exhausta pero con una sensación gratificante, sentir la vibración de la música
cuando estaba a todo volumen y sobre todo, el aplauso de la gente, la mayor de
las recompensas.
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