Durante el
último año de Preparatoria o de CCH, todos los alumnos tienen que pasar por uno
de los procesos más importantes de su vida: escoger alguna carrera que les
guste para poder estudiarla durante un promedio de 5 años y posteriormente,
dedicarse toda su vida a ejercerla (hablando de forma muy utópica). Muchos
realizaron esa elección sin tener la plena conciencia de lo que estaban
haciendo, esto pudo haber sucedido por varias razones: no se informaron lo
suficiente sobre el contenido de alguna carrera, fueron influenciados por la
familia o simplemente no consideraron la magnitud de su elección.
Es por eso que
al ingresar a la Universidad, específicamente a la carrera de Relaciones
Internacionales, muchos se dieron cuenta que realmente no estaban haciendo lo
que les gustaba, no era lo esperado, se habían confundido por la simple mención
de lo “internacional”, etc. Estudiante por estudiante fue entrando en una
especie de crisis o depresión, dependiendo de la magnitud del problema, al
darse cuenta de lo sucedido. Cada uno tomó decisiones diversas: dejar la
carrera, cambiarla y hacer el examen para una diferente (esta vez la buena),
dejar que transcurriese el tiempo para ver si mejoraba el contenido de las
clases, etc. Otros aún siguen pensando en terminar todos los semestres y una
vez que finalicen, estudiar otra carrera, para complementarla o bien, para
dedicarse a otra cosa.
El caso es que
muchos atravesaron o siguen atravesando por ese trauma, al no tener claras las
áreas en las que se puede desarrollar un internacionalista. Muchos profesores
han realizado la pregunta a la que mayoría teme ¿Qué sabes hacer? ¿Escribir,
hablar, analizar? Algunos estudiantes creen que eso no es suficiente y que
necesitan más herramientas para poder desarrollarse en la vida laboral, tal vez sí,
tal vez no. Desde mi punto de vista, al final lo que venderá un
internacionalista son ideas, y hay quienes no se sienten listos ni lo
suficientemente preparados para hacer eso.